martes, 27 de julio de 2010

El Mono es vanguardia teatral, por Natalia Aguerre

Las descripciones que realizan los analistas de la realidad coinciden y sostienen que la vida social es un juego de representaciones. Este juego se encuentra abierto a las improvisaciones, pero enmarcado en dos ejes: el del papel asignado y el ceremonial que ritualiza el rol y la escena, manteniéndolos vivos por medio de la repetición. Dicho en otras palabras, la vida social es un acto teatral donde se produce el intercambio entre uno mismo y los otros llevando a los mutuos reconocimientos.

Para que esto suceda se recurre a escenarios de la vida común poniendo en marcha la espiral de apariencias, y los productos y acontecimientos culturales que circulan por nuestra cotidianeidad contribuirán a la dramatización de la realidad apoyando y proveyendo a quien corresponda de pre–textos.

Ante este “estado de lo social”, donde la demostración de la apariencia se espectaculariza, procedimientos éstos que le pertenecen al teatro, deberíamos preguntarnos entonces: ¿Cuáles son las nuevas “llaves” que el teatro utiliza para abrir la sensibilidad y las mentes del público?

El Mono ladra apelando a la intensidad dramática por encima de la demostración espectacularizada de los roles y juega con situaciones “claroscuras”, animadas por los personajes de los tangos, produciendo una dramatización crítica en los marcos de nuestra vida cotidiana.

Con destreza, el Mono moviliza el conformismo ayudando a su público a romper la pasividad con que se aceptan las respuestas de lo social.

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