En esta oportunidad, el Mono nos muestra cómo los hombres justos de corazón y de vida, viven entre personas ventajosas cantando:
“Yo siento que mi fe se tambalea,
que la gente mala vive, Dios,
¡mejor que yo!
Si la vida es el infierno
y el honrao vive entre lágrimas,
¿cuál es el bien
del que lucha en nombre tuyo,
limpio, puro?... ¿Para qué?”
(Tormenta. Enrique Santos Discépolo.)
¿Cómo vive el hombre de principios y valores con hombres de supuesta “inteligencia específica” y de “fundamentos propios”, o sea personas que utilizan su conocimiento para lograr sus mezquinos intereses? Esta es una de las preguntas que el hombre transformado en Mono revela a lo largo de todo el espectáculo, mostrando al espectador que el único mal, o el origen de todos, es el egoísmo, y el dinero, su instrumento, lo que provoca que la vida se pierda y nosotros con ella.
“Los pobres no son los felices; los felices son pobres, pobres de espíritu, como dicen, porque nada los posee, porque ninguna posesión los aprisiona. (…) Nadie vale por lo que posee ni por lo que codicia. Sólo se vale por lo que se da, y todo lo que no se da se pierde y nos pierde”[1]. Por eso el Mono nos da este espectáculo donde, a través del tango, podemos ver el eco de una realidad que nos atraviesa.
[1] ANDRÉ COMTE-SPONVILLE, Impromptus, 1996. Editorial Andrés Bello, 1999, Santiago de Chile. [FD, 22/02/2007]
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